Indudablemente tanto el proceso de enseñanza como la interacción o relación entre profesor y alumno han cambiado significativamente en el transcurso del tiempo, ya que actualmente se han adoptado nuevas teorías como lo es la del constructivismo, que a mi parecer han funcionado, pues han potencializado y generado un aceleramiento óptimo en el proceso de aprendizaje.
Un claro ejemplo de lo anterior es la implementación del plan Minerva en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), pues con él se pretende que el alumno construya su propio conocimiento, sin embargo no lo hace solo, sino que el profesor funge como su guía, por lo tanto en la teoría constructivista del aprendizaje el papel del profesor consiste principalmente en prestar una especie de ayuda al alumno.
Este nuevo proceso de adquisición de conocimiento es eminentemente benéfico para la sociedad estudiantil, pues influye directamente en la formación del carácter del individuo ya que con la aplicación de estas nuevas teorías se le permite al alumno desarrollar sus habilidades y una mayor capacidad de adaptación.
Como bien ya lo había mencionado Sócrates “el proceso educativo se presenta en forma de una tensión en la que está en juego el destino de la persona”. Es, por tanto, que el maestro al ser el guía, es decir, el mediador, juega un papel se suma importancia en la formación del alumno.
Es indispensable que la imaginación ocupe un lugar dentro del proceso educativo para que de esta manera se pueda llegar a alcanzar un pensamiento crítico; ya que sin imaginación ni capacidad creativa nunca podremos llegar a ser críticos de la realidad ni del mundo que nos rodea.
Específicamente con la teoría de la educación del carácter se pretende socializar a los jóvenes con los valores humanos morales, los cuales son necesarios no sola y exclusivamente para ser buenos estudiantes, sino que para ser unos buenos ciudadanos con una firme y rígida cultura cívica.